jueves, 27 de octubre de 2016

FILMOTECA CLÁSICA... "LA CARTA" (1940) WILLIAM WYLER


Aunque es difícil elegir un título en la filmografía de una de las grandes actrices de la historia, creo mi Bette favorita es la de "Jezabel" (1938). Esa Julie malcriada, egoísta e incluso cruel, acostumbrada a hacer su santa voluntad y redimida por el sacrificio de acompañar al hombre amado a una leprosería, se encuentra en un lugar muy alto en mi memoria cinéfila. Sin embargo he de reconocer que esta Leslie de “La carta” es posiblemente junto a la Eva de “Eva al desnudo” (1950) una de las interpretaciones mejor construidas de toda su trayectoria. Bette es el alma de la película, en un argumento creado en torno a su personaje donde ella reina sin competencia posible, aunque todo el filme de principio a fin está tan bien construido que encaja con la precisión de un engranaje servido a la medida del mejor melodrama clásico.


En este caso la maldad de Bette no alcanza redención posible… Asesina, miente y destruye la vida de cuantos le rodean en nombre de un amor egoísta incapaz de soportar el rechazo, ni superar los convencionalismos sociales. La cantidad de matices que Bette aporta a su personaje en la cinta es magnífica, ofreciendo un soberbio recital que es fantásticamente retratado por el director William Wyler, amante por aquel entonces de la estrella.


La fotografía de la película es impecable, realzando la sensualidad e intensidad de la historia cuando se precisa, especialmente en las escenas finales con esa luna omnipresente poniendo tintes dramáticos al desenlace, haciendo protagonista de la situación al paisaje, presentimiento fatal, que nos alerta de lo que está a punto de ocurrir como culmen de la historia, dando cuenta sin duda de la sabiduría cinematográfica de Wyler, un auténtico genio que se movía como pez en el agua en este tipo de argumentos servidos a la medida de su estrella favorita, pero que conseguía sublimarlos, formando un binomio magnífico que servia al acabado perfecto de la obra. De hecho las películas en las que Bette se dedica a ser "la mala" sin más, en un argumento que resalta los aspectos de su villanía sin un director como Wyler que sublime el resultado, la obra se resiente considerablemente a pesar del talento indiscutible de la actriz.


Acompañando a la estrella algunos de los mejores actores de la escudería Warner, nombres habituales en los vehículos de Davis. Herbert Mashall como el anodino esposo engañado que no se entera de nada de lo que acontece a su alrededor, James Stephenson como el abogado amigo de la familia que se ve obligado a defender los manejos de la arpía protagonista y Gale Sondergaard como la exótica malasia, mano ejecutora de la venganza que se anuncia desde su primera aparición aún sin pronunciar palabra alguna al respecto.


Al igual que “La Loba” (1940) el guión original se inspira en una obra de teatro, en este caso de W. Somerset Maugham, autor entre otras de “Servidumbre humana” o “El filo de la navaja”,  estrenada a finales de los años 20 con notable éxito con Gladys Cooper como protagonista. En 1938 fue interpretada en el Radioteatro Lux por Merle Oberon y Walter Huston, pero sin duda alguna debe su fama internacional a esta adaptación para el cine por Wyler con Bette Davis como protagonista en el mayor momento de popularidad y prestigio. Bette había creado un estilo de interpretación sumamente personal, que hacia las delicias de crítica y público y le habían llevado a un puesto de ventaja dentro de la Warner Brothers productora que la tenía bajo contrato, convirtiéndose en la reina absoluta del estudio, con decisión para elegir argumentos, directores y compañeros de reparto, papel que ella deseó en aquellos años no fue a parar a manos de ninguna otra actriz. Sin duda alguna parte de ese éxito se debía al carácter de la estrella que volcaba todo su talento y esfuerzo en cada personaje, lo que le llevó en ocasiones a tener fuertes discusiones con los directores sobre la construcción dramática de los mismos y encontronazos con la productora ante la negativa a interpretar papeles que ella consideraba no estuvieran a la altura de su personalidad o estatura como actriz, convirtiéndose en una de las grandes rebeldes de Hollywood, que llegó a pleitear contra los estudios Warner en su lucha por obtener mejores oportunidades.


En "La carta" tanto ella como Wyler dan buena cuenta de una forma de hacer cine, que quedó para siempre enterrada entre los fotogramas del celuloide clásico y que sin embargo sigue funcionando como algo perfecto a cada revisión, manteniendo al espectador fijo en la historia y cuanto en ella acontece hasta el final. La película fue nominada en siete categorías distintas (película, actriz, director, fotografía, montaje, actor de reparto y música) aunque no obtuvo ningún galardón, si bien es cierto que aquel año la competencia era brutal. El filme tuvo que lidiar con títulos inmortales como "Historias de Filadelfia", "El ladrón de Bagdad", "Pinocho", "Las uvas de la ira", "El gran dictador" o "Rebeca" que se alzaría con el galardón a la mejor película de 1940.


Independientemente de los premios otorgados el filme obtuvo un enorme éxito y se convirtió casi de inmediato en unos de los clásicos inmortales de director y actriz, pasando, entre otras cosas, a la historia por la célebre frase "Todavía amo con todo mi corazón al hombre a quién he matado", usada acertadamente en la promoción de la película.