miércoles, 15 de febrero de 2017

MIS ESTRELLAS FAVORITAS... FRED ASTAIRE


Clásico, perfeccionista, impecable… Él es junto con Gene Kelly la esencia del bailarín cinematográfico. En cualquier película en la que aparece y rompe en algún momento a bailar, la pantalla se llena de magia al margen de la calidad del filme. Cuando uno ve a Astaire bailar siente que el hombre ha nacido para hacerlo de un modo tan natural e instintivo como respirar. Nada más lejos de la realidad, era un profesional exigente que empleaba horas de ensayos y exigía la misma dedicación y entrega a sus bailarinas y el equipo que rodeaba sus espectaculares coreografías. Sin Astaire no existiría el musical americano…



Su talento era tan brillante que podía hacer de cualquier objeto inanimado su pareja, como la célebre escena en la que baila con un perchero en “Bodas reales” (1952), las filigranas realizadas en el mismo título en una espectacular coreografía por el suelo, paredes y techo de una habitación, narrando con su danza lo fantástico que es estar enamorado o en el número “Shoes with Wings On” de “Vuelve a mí” (1949) donde interactúa con una decena de zapatos que danzan a su alrededor sin dueño.


Cuando llegó al mundo del cine contaba ya con 34 años, edad tardía para hacer carrera en la pantalla. En la prueba a la que le sometieron en la RKO, una de las productoras más modestas de Hollywood, lanzaron como veredicto: “No sabe cantar, no sabe actuar, está calvo… Baila un poco”. Astaire llevaba a sus espaldas una larga y exitosa carrera como bailarín teatral con su hermana Adele. Cuando esta se casó la pareja hubo de disolverse y él probó fortuna en la soleada California. Su primera incursión consistió en una pequeña aparición junto a la estrella de la Metro Joan Crawford en la película “Alma de bailarina” (1933), pero en su siguiente título “Volando a Río de Janeiro” (1933) él y su pareja, una rubia descarada llamada Ginger Rogers, se lanzaron a la pista con un pegadizo baile tropical, “La Carioca”, y entraron en la inmortalidad… El resto es historia del séptimo arte. Hoy nadie recuerda que aquel título estaba protagonizado por la bellísima Dolores del Río y Gene Raymond, pero Fred y Ginger se llevaron todos los elogios y el cariño del público, iniciando una fructífera colaboración a lo largo de nueve títulos  que les elevaría a la categoría de mitos del cine, no solo musical, sino del Hollywood clásico, llenado la pantalla de bailes y entretenimiento.

En la modesta RKO, Astaire encontró en Ginger el complemento ideal. Él era clásico y ella moderna, aparte de una magnifica actriz que se adaptaba a la perfección al juego de aquellas comedias de enredo y a las coreografías del bailarín, como si de una hermosa sombra se tratara, envolviéndose y elevándose entre sus brazos  como parte de un poema musical de tres minutos de duración. Sus danzas clásicas son el origen de los bailes de salón, por si mismos iniciaron todo un apartado en el terreno del cine musical de todos los tiempos.


La pareja se rompió en 1939, al parecer por las aspiraciones de Ginger a obtener papeles de mayor calado dramático y cansada de ver su talento soterrado a la sombra del de Astaire. Cuando diez años más tarde la Metro les volvió a juntar en la historia de dos bailarines que se separan cuando ella quiere emprender una carrera dramática en solitario, trasunto de su propia vida, en la citada “Vuelve a mí” (1949) las pantallas volvieron a vibrar como en los mejores tiempos, envolviendo la leyenda en nubes Technicolor. Cada aparición conjunta de ambos en este título valía su peso en oro, dando ejemplo a porque se convirtieron en legendarios.


Lejos de Ginger, Astaire fue pasando por distintas productoras hasta recalar en la Metro, donde asentó su leyenda a las órdenes del productor Arthur Fred y su famosa “Fred Unit” el equipo que dio a la pantalla los mejores títulos musicales que conformaron la edad de oro del género. Aparte de dos deliciosos escarceos en la Columbia "Bailando nace el amor" (1942) y "Desde aquel beso" (1941), con Rita Hayworth, a la que Astaire consideró su mejor pareja de baile en adelante, por sus brazos pasaron las mejores bailarinas del Séptimo arte... Judy Garland, Ann Miller, Cid Charisse, Vera Ellen, Leslie Caron... Incluso nos deleito con un dúo inolvidable junto a su pareja más extraña y extraordinaria, Gene Kelly en el número "The babbitt and the bromide" del filme de Minnelli "Ziedfield Follies" (1945).


A medida que los días de gloria del musical cinematográfico fueron pasando Astaire fue espaciando sus apariciones en la pantalla, aunque tuvo tiempo de participar en algunos de los mejores "cantos de cisne" del género como "Melodías de Broadway 1955" (1953) y "La bella de Moscú" (1957) ambas con la bellísima Cyd Charisse o "Una cara con ángel" (1957) donde un Astaire con 58 años aún daba lecciones de danza a una encantadora damita llamada Audrey Hepburn.


Falleció a los 88 años de una neumonía, dejando al cine un poco más huérfano de la magia y el encanto capaces de encender las pantallas, pero su leyenda permanece grabando su nombre en notas clásicas. Como dijo en una ocasión la gran Cyd Charisse, "bailar con Fred una vez representa la consagración, hacerlo dos veces supone la inmortalidad"...

martes, 14 de febrero de 2017

FILMOTECA CLÁSICA... "El cartero siempre llama dos veces" (1946) Tay Garnett


Un vagabundo llega a un mediocre restaurante de carretera buscando empleo... Una vez sentado dentro del local ve como un pintalabios rueda por el desgastado suelo... Al alzar la mirada va contemplando las piernas, cintura y pecho de su propietaria, en un magnífico contraplano vemos la reacción en la cara del protagonista causada por la visión de un rostro perfecto de diosa sexual... Con esta escena soberbiamente narrada se intuye el drama que va a desarrollarse en uno de los filmes negros más famosos de la historia del Cine y sin duda alguna uno de los mejor construidos...


Lana Turner contaba con 25 años cuando interpretó esta película confirmando una categoría de estrella que mantendría hasta el final de sus días. Su presencia es todo en la historia, su figura tentadora, la ambigüedad que respira su personaje durante toda la cinta, la pasión irracional que despierta su aparición en cada plano hicieron de esta una de las mejores oportunidades de su carrera a la que la actriz supo aferrarse saliendo triunfante sin grandes métodos interpretativos, pero utilizando todos los recursos innatos de una estrella que nació para hipnotizar la pantalla hechizando a los espectadores con su sola presencia. Ella es la esencia y presencia dominante en toda la película, tejiendo los hilos, manejando a su antojo a todos los personajes de la historia.


Junto a la divina presencia de Lana, John Garfield, un magnífico actor de método, prototipo de la masculinidad, que se alzó como uno de los primeros rebeldes de Hollywood, precursor de Brando o Dean. Garfield fue uno de los mejores actores de su época, cuya carrera fue cruelmente truncada por la tristemente célebre "caza de brujas", al ser considerado simpatizante comunista por rebelarse contra las ideas conservadoras del senador McCarthy, siendo incluido en las listas negras del "comité de actividades antiamericanas". Su temprana muerte de un ataque al corazón a los 39 años, se consideró una causa directa de la persecución sufrida a consecuencia de sus ideas, convirtiéndose en una víctima de esta etapa negra Hollywood y de la vida estadounidense. Garfield brinda en la película una interpretación redonda, absolutamente magistral. Su encarnación del hombre cínico, rudo, de vuelta de todo que sin embargo es atrapado en las redes de una mantis religiosa con figura de Esfinge, es tan real que hace creíble la historia consiguiendo que esta cobre vida.


La atmósfera de la película es soberbia, carnal, inquietante... Sosteniendo la idea de que algo irremediable va a ocurrir de un momento a otro. A ello contribuye una soberbia dirección y una excelente fotografía y planificación escénica que rebela el fatalismo característico del cine negro americano propio de los años 40, época en la que las historias se volvieron más oscuras, desencantadas y realistas dando nombre a un género nacido al amparo de la terrible experiencia que supuso la segunda guerra mundial en la que el mundo perdió una parte de su inocencia.


A pesar de su excelente calidad el filme no obtuvo ni una sola nominación a los Oscar de ese año. Lo cierto es que la brutal concentración de títulos "clásicos" en esa fructífera etapa del cine americano hizo que muchas películas quedasen fuera de palmarés. Aquel 1946 además del filme de Garnett, quedaron fuera de concurso títulos inmortales como "Gilda" de Charles Vidor, "El sueño eterno" de Howard Hawks, otros dos magníficos "filmes negros" o "Pasión de los fuertes" un western de John Ford, imprescindible a la hora de abordar el género.

La película tuvo un célebre remake en 1981 interpretado por Jack Nicholson y Jessica Lange, cuyo papel de Cora convirtió a esta última en estrella de la década como hubiera hecho años antes con Lana Turner. Lange aparece desprovista del glamour de su predecesora, pero la carnalidad y sensualidad que sabe imprimir a su personaje, aparte de unas escenas de alto voltaje sexual, compusieron una Cora muy distinta pero igualmente inolvidable, convirtiendo el filme en un gran éxito.