miércoles, 12 de julio de 2017

CON ACENTO ESPAÑOL... PAQUITA RICO



Es uno de los rostros más bellos de nuestro cine y una de sus artistas más personales. Fue una folklórica eminentemente cinematográfica, se dio a conocer y triunfo principalmente a través de las películas que interpretó, aunque como todas ellas su temprana vocación le llevó a una incipiente carrera por teatrillos y ferias desde corta edad antes de su irrupción en la pantalla, recalando entre otros en el Ballet del Marqués de Montemar y la compañía de Pepe Pinto, donde debutó con el nombre de “La trianera de Bronce”.


Al igual que su coetánea y amiga Carmen Sevilla buscaba en el medio cinematográfico un trampolín donde lucir su arte y mejorar su estatus económico y al igual que ella se presentó a varias pruebas hasta que Florián Rey la seleccionó para protagonizar una película homenaje al llorado diestro cordobés Manuel Rodríguez Sánchez, “Brindis a Manolete” (1948), desde ese momento no paró de rodar una película tras otra. La cámara la adoraba… Su voz y gracia sevillana hicieron el resto. El director gallego Ramón Torrado sería su auténtico Pygmalion, a sus órdenes rodó seis películas muy populares que la situarían en primera línea del cine folklórico de los años cincuenta y le brindó su primer éxito de masas “Debla, la Virgen Gitana” (1949) con la que se presentó en el festival de Cannes, obteniendo la Copa de Popularidad de aquel certamen. A partir de entonces pasó a formar parte de las filas del productor Cesáreo González, donde junto a sus comadres Lola Flores y Carmen Sevilla propició lo que se vino en llamar “el filón del osú” al ser las figuras del género más populares y con mayor proyección de aquellos años representantes de un tipo de cine donde imperaban los volantes y la pandereta, sentando patria no solo en nuestro país sino también en América Latina, donde el productor gallego se llevó a sus estrellas de gira con una promoción a gran escala que incluía coproducciones con los países de habla hispana, principalmente México y Argentina.
 
 
Al margen de sus películas folklóricas Paquita dejó atisbar un interesante talento dramático en otros títulos de diferentes pretensiones y enfoque como “Luna de sangre” (1950) de Rovira Beleta o “María Morena” (1951) firmada al alimón por José Mª Forqué y Pedro Lazaga, aunque resultasen dos intentos fallidos en su momento y su carrera continuase centrada en el salero y la sal del cine andaluz al uso.
 
En busca de dar un giro a su carrera acepta interpretar el papel de la reina Mª de las Mercedes en aquel éxito memorable que fue “¿Dónde vas Alfonso XII?” (1958) dirigida muy inteligentemente por Luis César Amadori, alcanzando la inmortalidad. El público enloqueció ante aquella recreación romántica de unos amores reales de leyenda y Paquita logró la consagración artística, fijando su imagen a la de aquella reina tan delicada y sensible abocada a un fatal desenlace. Paradójicamente el éxito de la película puso a su estrella junto a las cuerdas, ya que la identificación con el personaje era tal que estuvo casi dos años sin recibir ofertas de trabajo. 
 
Su regreso a las pantallas se produjo bajo una línea diferente, más moderna, en la que intentó resaltar su faceta de actriz por encima de la de cantante en títulos como “Ventolera” (1961), según una comedia de los Álvarez Quintero, “La viudita naviera” (1961) adaptación de una obra de José Mª Pemán o la producción dramática “Historia de una noche” (1963), pero en los años sesenta el tipo de cine que representaba se estaba agotando, dando paso a un modelo diferente en el que Paquita no acabó de encontrar su lugar.


Tras protagonizar junto a Carmen y Lola el polémico “Balcón de la luna” (1962), su presencia en el cine se fue espaciando hasta limitarse a pequeñas colaboraciones, algunas interesantes como su papel en la coproducción italiana “Las Otoñales” (1964), poniendo punto final a su trayectoria en cine con la astracanada histórica “El Cid cabreador” (1983), protagonizada por el domador de circo Angel Cristo y extrañamente la musa del nuevo cine español Carmen Maura.
 
Al margen de su carrera en cine, Paquita desarrolló una interesante actividad teatral protagonizando alguna obra ambiciosa como “Bodas de sangre”, donde obtuvo formidables críticas o espectáculos pensados para su lucimiento como cantante como “Ella”.
 
Se nos acaba de ir el pasado 10 de Abril con 87 años de edad, pero en el recuerdo siempre quedará su elegancia y delicadeza interpretativa y su rostro perfecto enmarcado en las notas de ese “Romance de la Reina Mercedes” que fue su canción bandera y que nadie interpretó con tanto sentimiento como ella, quizás porque entendía mejor que nadie la historia de aquella soberana, que como ella quedará para siempre en la memoria de un romance popular.

lunes, 10 de julio de 2017

FILMOTECA CLÁSICA... "ROBIN DE LOS BOSQUES" (1938) MICHAEL CURTIZ


Este es sin duda uno de los títulos preferidos por los seguidores del cine de aventuras y uno de los mayores exponentes de “capa y espada”. Contiene todos los ingredientes sobre los que se construyó el género llevados a la perfección técnica y artística, creando una influencia directa sobre el resto de títulos posteriores. Si además añadimos el irresistible encanto de sus protagonistas, el magnífico uso del color, la ambientación y tratamiento de la historia, tenemos un filme redondo que nos traslada a un cuento medieval teñido de mágico romanticismo que lo eleva a leyenda.


La historia del arquero de Sherwood que lucha a favor del Rey Ricardo en contra de su pérfido hermano, el Príncipe Juan, fue uno de los temas favoritos de la pantalla desde los albores del cine mudo. Antes del filme de Curtiz, existía un ilustre precedente,  “Robín de los Bosques” (1922) de Allan Dwan, protagonizado por Douglas Fairbanks el aventurero por antonomasia de la etapa silente. La interpretación del personaje llevada a cabo por Fairbanks era un referente muy querido para el público. Sin embargo la encarnación de Errol Flynn borró de un plumazo su recuerdo. La apostura, dinamismo y frescura interpretativa del actor australiano causó impacto en las pantallas de todo el mundo, su aparición sobre un árbol con calzas verdes, bigote perfilado enmarcando una pícara sonrisa y arco en mano, marcó toda una época de la aventura cinematográfica, haciendo suya la figura del héroe legendario de por vida. Ninguno de los actores que posteriormente se han metido en la piel de Robín de Locksley, se han acercado siquiera al encanto y hechizo que Flynn imprimió al personaje, quizás tan solo el Robín de Kevin Costner a principios de los noventa se acercó a esta visión, aunque desde una perspectiva muy diferente y sin lograr de lejos su impacto.


La Warner Bros abordó el proyecto como una producción de altos vuelos, lo cual se nota en el resultado. Costó cerca de 2 millones de dólares de 1938, siendo la película más cara rodada hasta esa fecha por la productora y una de las más costosas del Hollywood de los años 30. Rodada en luminoso Technicolor un poderoso reclamo para la época, terminó de consolidar a Flynn y Olivia de Havilland como una las parejas ideales de la pantalla. Olivia no solo era una mujer bellísima, sino que además era una fantástica actriz. Olivia infundió fuerza y personalidad a Lady Mariam, más allá de la dulzura y delicadeza propias de este tipo de roles destinados a ser tan solo el dulce reposo del guerrero. 


Juntos no solo formaban una hermosa pareja, además sus personalidades se complementaban con una química que quedaba reflejaba en la pantalla. El estudio consciente de su impacto aprovechó esta circunstancia a lo largo de siete películas que conformaron todo un ciclo inmortal de la aventura cinematográfica. Parece ser que Errol mantuvo una especie de amor romántico por su dama, que esta no correspondió a consecuencia de la vida crápula y disipada de su Robin, en cualquier caso Olivia siempre mantuvo palabras amables y cariñosas hacía Flynn, recordando esa etapa de la Warner como un momento esencial en su incipiente carrera, que alcanzaría cotas muy altas en los siguientes años.


No podemos dejar de nombrar a los “malos” de la función, los magníficos Basil Rathbone y Claude Rains, como el malvado sheriff de Nottingham y el desleal Juan sin Tierra respectivamente. Ambos son el retrato perfecto de la villanía. Rains dota al odioso Príncipe Juan de un perverso sentido del humor que le hace aún más despreciable y lunático. En cuanto a Basil Rathbone, uno de los especialistas en villanos del Hollywood clásico, recordar el inolvidable duelo final a espada con el protagonista, momento inmortal y referente imitado a lo largo de toda la historia del género.


Con todos estos elementos la película se convirtió en un enorme éxito de público, recaudando más de cuatro millones de dólares de la época. Fue nominada en 4 categorías a los premios Oscars de este año triunfando en tres de ellas, las relativas a música original, dirección artística y montaje.


Un título redondo que ha hecho soñar desde su estreno a generaciones enteras de espectadores, sentando un referente en su género y en el del Hollywood clásico, hasta el punto de convertirse en un filme de culto al ser seleccionada en 1995 por la Biblioteca Nacional del Congreso Americano como uno de los filmes a preservar en el National Film Registry junto a “El mago de Oz” o “Ben Hur” entre otros.



viernes, 7 de julio de 2017

CINE EN LA RETINA... "THE HEATHER ON THE HILL", EL ROMANTICISMO POÉTICO DEL MUSICAL...

Pocas veces se vio en la pantalla un modo tan poético y sutil de expresar el amor romántico a través del baile y la música como en este "Heather on the Hill" de "Brigadoon", en el que una bellísima Cyd Charisse y un soberbio Gene Kelly ponen su talento y técnica incuestionable al servicio del argumento, creando con sus movimientos un lirismo y hechizo irresistibles, llenando la pantalla de magia en una combinación perfecta donde la coreografía hace uso del paisaje (recreado en estudio) como un elemento más que sublima el momento y lo convierte en onírico, como parte de cuento de hadas.

El director Vincente Minnelli, conocido como el mago del buen gusto, hace uso de su conocida pericia en el tratamiento de la fotografía, el color, el vestuario y el resto de elementos presentes en el plano, para retratar la secuencia a su estilo impecable. La cámara se mueve entre los personajes, danzando con ellos, recurriendo la colina de cartón piedra como si intuyera y abrazara de manera espontánea su baile, haciéndose cómplice del instante que están viviendo, transmitiendo lo que sienten sin necesidad de diálogo, solamente contemplando lo que está ocurriendo al acercarse, alejarse y fundirse con cada uno sus pasos...

Un número clásico absolutamente delicioso.