miércoles, 21 de febrero de 2018

Filmoteca clásica... "Los diez mandamientos" (1956) Cecil B. Demille



"Los Diez Mandamientos" es el testamento cinematográfico de Cecil B. Demille, uno de los pioneros  del séptimo arte, responsable de la creación y evolución de gran parte de su lenguaje e historia. Este último título contiene todos los defectos y aciertos del realizador. Su indiscutible sentido del espectáculo basado en un estilo grandilocuente y "camp" con ciertos tintes eróticos usados como elemento moralizante, un magnifico ritmo cinematográfico que mantiene al espectador pegado a la silla durante sus casi cuatro horas de proyección, interpretaciones un tanto exageradas apoyadas en el atractivo de un impresionante reparto plagado de estrellas y el uso de la técnica cinematográfica al servicio de su propia visión de la historia elevando la misma a una altura mítica, sin duda mucho más interesante de la original narrada en las Sagradas Escrituras. De hecho el propio Demille aparece en pantalla antes de la proyección, presentando el filme como una historia de "la libertad frente a la tiranía" y haciéndose eco de lo mucho que el equipo se ha documentado para poner en imágenes la vida de Moises, aunque finalmente lo que presenciemos, lejos de ninguna crítica ni profundización erudita, es un brillante espectáculo en Technicolor mezcla de aventura exótica y melodrama aleccionador destinado a conmover a los sectores más piadosos de la época y amantes del cine en general, aunque desde dos vertientes bien diferenciadas, los primeros atraídos por su mensaje de estampita religiosa y los segundos por su sensacional sentido cinematográfico. Este es en muchos sentidos el resumen de la obra de Demille, mezcla de puesta en escena obsoleta y teatral y magnífico ritmo e ingenio creativos en provecho del espectáculo.




El realizador ya había llevado la historia a la pantalla en la etapa muda, "Los Diez Mandamientos" (1923). en la que la historia de Moises se presentaba como pretexto en la primera parte de la película para contar la historia de dos hermanos, uno noble y decente y otro crápula tentado por la ambición y vida licenciosa, que al final de la historia era castigado como cabe esperar y terminaba convertido a la fe cristiana. El prólogo en el que se narra la historia Bíblica es sensacional y en el ya se incluyen muchos de los elementos de esta versión definitiva incluido el célebre milagro de la apertura del Mar Rojo, realizado con un trucaje fotográfico formidable para una época tan temprana. 




A mediados de los cincuenta el cine tenía que acudir a argumentos y películas que ofrecieran al espectador un motivo para acudir a las salas cinematográficas, ya que la competencia que ofrecía por entonces el nacimiento de la televisión era brutal y terminaría por acabar con el famoso "sistema de estudios" y los contratos a largo plazo con sus estrellas. Por este motivo Hollywood volvió los ojos a la historia con el fin de levantar fastuosos espectáculos proyectados en enormes pantallas con todos los atractivos que la tecnología podía ofrecer como el Cinemascope o el Technicolor frente al primitivo entretenimiento de la pequeña pantalla en blanco y negro. En este contexto la mayoría de los profesionales de la época pusieron su talento al servicio de argumentos basados en el Mundo antiguo, llenando la pantalla de romanos, griegos, cartagineses o egipcios con desigual fortuna. Como ya se ha comentado Demille era uno de los realizadores que se movía como pez en el agua en este tipo de historias, desde sus inicios fue uno de los especialista del género con títulos tan populares como "Rey de Reyes" (1927), "El signo de la Cruz" (1932) o "Las Cruzadas" (1935). A finales de los 40 puso de moda un tipo de cine que mezclaba la religión con la aventura a través el éxito de "Sansón y Dalila" (1949) que sería la semilla para todo lo que vendría después.




Para "Los Diez Mandamientos" de 1956 la Paramount, confiando en la capacidad de Demille para generar éxitos, no reparó en gastos trasladando a todo el equipo a Egipto y el Sinahí con la intención de rodar en los escenarios originales donde se desarrollaba la vida y milagros del protagonista, un hebreo convertido en príncipe de Egipto y posteriormente tocado por la "gracia Divina" con la misión de liberar al pueblo de Israel del dominio de los Faraones. Para interpretar a Moises Demille confió en un actor que, aunque conocido, aún no era un astro internacional como para sostener un espectáculo de estas dimensiones y presupuesto, sin embargo su talento para descubrir luminarias convirtió a Charlton Heston en una de las últimas estrellas de la pantalla, especializando su carrera en figuras históricas con gran éxito. Aunque los motivos que argumentó Demille para elegir a Heston son mucho más pueriles, según él se basó en el parecido que encerraba el actor con el Moises esculpido por Miguel Ángel y la impresionante envergadura física del actor. 




Un soberbio reparto de primeras figuras acompaña a Heston en su experiencia mística. Yul Brynner, otra estrella incipiente gracias al éxito de su papel escénico como el monarca siamés del musical "El rey y yo", interpreta al frío y ambicioso Ramses. Aunque Brynner se pasea por los salones de Seti I con los ademanes y andares de un macarra del Bronx neoyorquino, su gran apostura y magnetismo confieren al papel una personalidad, que si bien no se parece en nada al aristocrático porte de un Faraón XIX Dinastía, al menos funciona de cara a los intereses de la historia, como contrapunto del sensato y noble Moisés. Anne Baxter sobreactuada Nefertari, especialmente en la primera parte de la película, que como bien indica Terenci Moix en su obra "Mis inmortales del Cine", hubiera estado magnífica como la pastorcita Sephora, señora de Moisés, papel interpretado por la otrora vampiresa Yvonne de Carlo, quién parece ser fue una de las opciones para Nefertari, pero la actriz solicitó el cambio de roles en un intento por huir de los personajes tentadores y casquivanos que le había tocado interpretar hasta el momento. El resto del elenco es de primer orden, un plantel de actores y actrices cuyo nombre está ligado a la historia de Hollywood, Edward G. Robinson, Vincent Price, Nina Foch, Judith Anderson, Debra Paget, John Derek, John Carradine, Sir Cedric Hardwidcke y un largo etc. que completan y dan brillo a las casi cuatro horas de duración del filme.





La ambientación y escenas de masas son modélicas en su género, lo que unido a su estatura épica, banda sonora y fotografía (la escena de la apertura del Mar Rojo es uno de los iconos del Séptimo Arte) han hecho de ella uno de los clásicos más amados de todos los tiempos, motivo de continúas reposiciones y pases televisivos de éxito asegurado. Los medios invertidos en la obra convirtieron a la película en una de las más caras rodadas hasta entonces, aunque los esfuerzos se vieron compensados con una recaudación que superó los 65 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los filmes más taquilleros de la historia del Cine, siendo nominada en siete categorías en la edición de los premios Oscar de 1956 entre los que se encontraban los relativos a mejor película, dirección artística, fotografía, montaje, sonido, vestuario y efectos especiales, aunque solo se alzaría con la estatuilla relativa a esta última categoría, siendo batida en casi todas ellas por otras tres grandes superproducciones de la época, "La vuelta al mundo en 80 días", "Gigante"  y "El Rey y yo" que valdría el Oscar al mejor actor a Yul Brynner.




El impacto de la película y su importancia en la historia del Cine es tan grande que a finales de los noventa fue uno de los títulos considerados por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para su preservación y conservación en el National Film Registry junto a obras como "Un americano en Paris", "Casablanca", "Pinocho", "El Mago de Oz" o "Ciudadano Kane". Cine en estado puro de principio a fin.

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