viernes, 13 de febrero de 2015

CON ACENTO ESPAÑOL... CARMEN SEVILLA



Poseedora de una belleza soberana y una simpatía arrolladora, fue en su juventud "la novia de España", la sonrisa más sana y feliz exportada allende nuestras fronteras. De la mano del popular tenor Luis Mariano se convirtió en una estrella cinematográfica de primera magnitud, gracias sobre todo a esas "Violetas Imperiales" con las que conquistó al público dentro y fuera de nuestro país.

Pero antes del encuentro con "el príncipe de la opereta", Carmencita llevaba rodadas ya seis películas como protagonista en las que había dejado entrever su excelente fotogenia, su espontanea manera de actuar y sus actitudes para el cante y el baile que la apuntaban como una de las favoritas de los años cincuenta del pasado siglo, formando junto a sus comadres y amigas Lola Flores y Paquita Rico "el triunvirato del Cine Folclórico" marca Suevia Films - Cesáreo González.

De todas ellas Carmen fue la que desempeñó un papel más moderno, quizás porque su físico y personalidad se alejaban un tanto de la imagen al uso... La que mostró un carácter más cinematográfico, viniendo a representar de alguna manera la versión cañí de las "vecinitas de enfrente" del cine americano.

Aunque hubo concesiones al folclore tradicional, como la gitanilla ciega de "Un caballero andaluz" o la dicharachera "Hermana San Sulpicio", siempre estuvo más cercana a la compañerita ideal, a la novia confidente que al temperamento pasional de Paquita o el arte racial de Lola. Como ella misma repite en su canción bandera, siempre fue aquella "Carmen de España" cristiana y decente, sabíamos que nunca sorprendería con hijos a destiempo ni amores "impuros". Carmencita fue la mayor representante de "la cara amable del franquismo" y como tal se la mimó tanto artística como socialmente. La imagen de esta "virgen oficial" culminó en su boda de rumbo con el compositor de moda, Augustó Algueró, nada menos que en la Basílica del Pilar de Zaragoza ante un baño de multitudes, que acudieron a ver a su ídolo hacer realidad un cuento de hadas, que terminó en pesadilla años más tarde.

Sin embargo ella supo transcender cualquier cliché impuesto, con algunas interpretaciones sorprendentes como la fogosa Catalina de "La fierecilla domada", uno de sus mejores títulos, "La pícara molinera" o la campesina Andrea de "La venganza" un Bardem que abogaba por la reconciliación nacional de las españas...

Su popularidad y belleza llamaron la atención de los americanos que la pasearon por la Meca del Cine a raiz del estreno de la coproducción "Aventura para dos" (Spanish Affair) y su participación en "Rey de Reyes" y "Marco Antonio y Cleopatra", rodadas en nuestro país, donde interpretaba a María Magdalena y Octavia respectivamente.

En los años setenta sorprendió a propios y extraños con un cambio de imagen arriesgado e impensable en la Carmen de antaño. Se sumó a la moda del destape participando en comedias y dramas pseudoeróticos de directores noveles con distintas inquietudes. La imagen de esta Carmen adulta causó furor durante toda la década, logrando algún triunfo personalísimo en títulos como "El techo de cristal" de Eloy de la Iglesia, "No es bueno que el hombre este solo" de Pedro Olea o "La loba y la paloma" de Gonzálo Suarez.

Se despidió del cine en 1978, para vivir una vida bucólica y pastoril junto a su segundo marido, el productor Vicente Patuel, pero la llamada del arte hizo presa en ella a través de una oferta televisiva. De nuevo obtuvo una inmensa popularidad esta vez a base de despistes en directo, pero por encima de todo blandiendo sus mejores armas, las de su ternura y simpatía, que la convirtieron en una de las favoritas del público durante otros veinte años en distintas cadenas, hasta que el Alzheimer la apartó para siempre de nuestro lado.

Aunque ella perdió la memoria, quedará fija en el recuerdo la imagen de aquella sonriente gitanilla que trenzaba su figura al son de una zambra, traspasando los corazones del espectador rendidos al compás de un cursilón romance musical.

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